sábado, 14 de mayo de 2011

El señor de las moscas

WILLIAM GOLDING




El libro trata de un grupo de escolares que pretenden crear su propia sociedad tras estrellarse en una isla desierta, pero pronto aflora en ellos el lado más salvaje del ser humano. El conflicto principal del libro es el abismo ideológico entre Ralph, líder moral y racional que quiere establecer el orden, y Jack, que quiere crear una anarquía hedonista y animalística. Los estragos y las muertes se suceden en la historia al tiempo que las cosas escapan de su control.


miércoles, 20 de abril de 2011

Otras Inquisiciones



Los textos reunidos en Otras inquisiciones tocan temas muy requeridos de Jorge Luis Borges: las relaciones entre espacio y tiempo, la previsión del futuro, la eternidad, el suicidio y la redención, el infinito, la lectgura cabalista de la Escritura, los nombres de Dios, el infierno, el panteísmo, la leyenda de Buda, el sabor de los heroico, la refutación del tiempo, etc. Completan el volumen ensayos sobre Quevedo, Coleridge, Cervantes, Nathaniel Hawthorne, Paul Valéry, Oscar Wilde, Chesterton, H. G. Wells, Franz Kafka, John Keats, Bernard Shaw y William Beckford.

martes, 19 de abril de 2011

Subcultura




¿Un libro sobre los punks o los mods puede estar salpicado de citas de Ferdinand de Saussure, Roland Barthes, Jean Genet, Louis Althusser o Karl Marx? Dick Hebdige se dedica a analizar en este libro las subculturas que surgieron de la música popular en el contexto de la clase trabajadora blanca de la posguerra, desde los "teddy boys" a los "mods", los "rockers", los "skinheads" y los "punks".

lunes, 18 de abril de 2011

El sistema de los objetos



El propósito del autor es analizar la relación que existe entre el consumo de los objetos en la sociedad moderna con los principios de la humanidad. Lo que pretende demostrar en este texto es que en las llamadas sociedades de consumo los objetos ya no se producen, ante todo, para dar satisfacción a las necesidades primordiales del hombre, ni tampoco a esas necesidades secundarias, pero no menos reales, de la comodidad, el esparcimiento, el lujo estético. Considera que estas tareas las puede cumplir con tal facilidad una moderna sociedad industrial superdesarrollada que por su dinamismo se volvería superflua si sólo tuviese como cometido la satisfacción de lo que el hombre real, natural y tradicionalmente, ha requerido para su existencia humana.

Extraído de:

viernes, 15 de abril de 2011

El proyecto Facebook



¿Qué es Proyecto Facebook?

Proyecto Facebook fue una experiencia de educación participativa.

¿Cuáles fueron sus objetivos?

Experimentar nuevas rutinas de aprendizaje y enseñanza, asentadas en la creación colaborativa, generar conocimiento de modo colaborativo entendiendo que la riqueza está en la participación, estimular el aprendizaje y el trabajo entre pares, hacer una producción colaborativa como cátedra, que exceda el ámbito de la cursada y que contribuya a la generación del conocimiento, estimular el desarrollo de habilidades técnicas y sociales básicas para participar en la sociedad contemporánea.

¿Cuándo surgió?

Se empezó a gestar a fines de 2008 y se implementó durante 2009, en dos ediciones, cada una correspondiente a un cuatrimestre.

¿Dónde?

Taller de Procesamiento de datos de la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina (UBA).

¿Cuántas personas formaron parte de la experiencia?

Más de 250 personas.
Los resultados de la investigación sobre Facebook, el relato de la experiencia de construcción de un entorno abierto y colaborativo en educación y la mirada de expertos iberoamericanos se dan cita en este libro. Está editado por Ariel / Paidós, con el apoyo de Fundación Telefónica.

La condición de la posmodernidad



Lo mismo que Frederic Jameson en El giro cultural, David Harvey asume el materialismo histórico como perspectiva de análisis en busca de la condición histórico-geográfica de la posmodernidad. Pero no expone una concepción propia de la posmodernidad ni busca justificar la necesidad de ese concepto, sino que procura una evaluación polemizando con pensadores de la modernidad y la posmodernidad, desde C. Baudelaire, Marx y Nietzsche hasta Heidegger, Foucault o Lyotard.

Partiendo del concepto de Baudelaire: “La modernidad es lo efímero, lo veloz, lo contingente, una de las dos mitades del arte: la otra es lo eterno, lo inmutable”, Harvey instala en esa tensión la clave de los desarrollos de la modernidad, para concluir que “hay más continuidad que diferencia entre modernidad y posmodernidad”. En efecto, esta última sería una de las crisis de la modernidad cuya peculiaridad habría que buscar en la índole de la “compresión espacio-temporal” que la genera. Harvey se extiende en el análisis de los cambios en el régimen de acumulación del capitalismo a partir de los 70, del “fordismo” a la “acumulación flexible”, con las consiguientes transformaciones en las categorías de espacio y tiempo respecto de las de la Ilustración y el auge de la modernidad.
Esta crisis de la modernidad es asimilada a la del materialismo histórico, en cuya superación residiría la posibilidad de la renovación del proyecto ilustrado hacia el progreso y el bienestar.
Harvey destaca como aspecto “positivo y liberador” de la posmodernidad su contribución al reconocimiento de múltiples formas de “otredad” surgidas de las diferencias de “género, sexualidad, raza, clase, localizaciones y dislocaciones temporales”, pero deplora que “cierre el acceso de esas voces a fuentes universales de poder al guetificarlas”, ignorando las realidades de la economía política y el poder global.

Extraído de:

jueves, 14 de abril de 2011

The Matrix, o las dos caras de la perversión



Cuando vi The Matrix en un cine de barrio de Eslovenia, tuve la oportunidad única de sentarme al lado del espectador ideal para la película, es decir, de un idiota: un hombre que rozaba la treintena, sentado a mi derecha y, tan absorto en la película, que constantemente molestaba a los otros espectadores con exclamaciones como: «¡Dios, la realidad no existe!»... Sin duda prefiero esta ingenua inmersión en la película a las interpretaciones intelectualoides y pseudosofisticadas que proyectan sobre la ella refinados matices filosóficos o psicoanalíticos.
Sin embargo, no resulta difícil comprender la atracción que a nivel intelectual ejerce The Matrix: ¿No es una de esas películas que actúan como una especie de test de Rorschach, poniendo en marcha un proceso universal de identificación, como el proverbial retrato de Dios, que parece siempre estar mirándote directamente, lo mires desde dónde lo mires - una de esas películas en las que se sienten reflejadas casi todas las miradas? Mis amigos lacanianos me aseguran que los autores del guión deben haber leído a Lacan; los defensores de la Escuela de Frankfurt ven en la película una encarnación extrapolada de la Kulturindustrie, con el dominio directo de la Sustancia social (del Capital) alienada-reificada que coloniza nuestra vida interior y nos utiliza como fuente de energía; los defensores de la New Age ven en la película una fuente para especular sobre nuestro mundo como un espejismo generado por una Mente global encarnada en la World Wide Web. Esta serie de referencias nos remite a La República de Platón: ¿no calca The Matrix la imagen platónica de la cueva (seres humanos comunes como prisioneros férreamente atados a sus asientos y obligados a ser espectadores de una oscura representación de lo que (engañados) consideran que es la realidad? Una diferencia esencial entre la película y el texto platónico es, por supuesto, que cuando alguna persona se escapa de la cueva, y asciende a la superficie de la tierra, lo que encuentra ya no es la brillante superficie iluminada por los rayos de sol de antaño, el Bien supremo, sino el desolado «desierto de lo real». La principal dicotomía en este caso viene dada por las posturas de la Escuela de Frankfurt y de Lacan: ¿debemos historizar Matrix incorporándola a la metáfora del Capital que colonizó la cultura y la subjetividad, o estamos hablando de la reificación del orden simbólico en sí mismo? Sin embargo, ¿qué ocurre si la alternativa misma que planteamos es falsa? ¿Qué pasa si el carácter virtual del orden simbólico «en sí mismo» es la condición misma de la historicidad?